El Esequibo: una cuestión de poder
Debemos actuar como soberanos en una tierra que siempre ha sido nuestra por la espada y luego, por la ley
El Esequibo es el ejemplo por excelencia de lo que significa la soberanía y la capacidad del Estado para la autoconservación de un país.
No caigamos en tecnicismos y retóricas teóricas que puedan ahogar el mensaje central que debe quedar tan claro como el agua: el Esequibo es un baluarte de nuestro Ser Nacional y, por ello, debe ser retomado con fuerza extrema, desmedida y brutal.
Tampoco es un llamado al genocidio guyanés. De hecho, es un llamado a restablecer lo político venezolano: eso es, actuar de acuerdo con nuestra relación amigo-enemigo, y actuar como soberanos en una tierra que siempre ha sido nuestra por la espada y luego, por la ley.
Entonces, debemos entender plena y explícitamente… el Esequibo no es un asunto de legalidad. Es una cuestión de poder.
Existencialmente hablando, el Esequibo está ligado a nuestra Independencia, pues todos los territorios españoles (ahora liberados), pasaron a Bolívar y al mando de la nueva burocracia. El Esequibo siempre ha significado Venezuela desde que Venezuela fue una Capitanía General y luego una República libre.
Geopolíticamente, el Esequibo significa más territorio amazónico (que es fundamental para la mayoría de las soberanías sudamericanas); un acceso al Atlántico mucho más consolidado, control sobre recursos mundialmente demandados y presión conveniente sobre dominios anglosajones en nuestra región.
La geografía es política, y ambas están determinadas por el uso efectivo de la fuerza. Los Estados están determinados por la capacidad de ejecutar políticas aplicables basadas en la fuerza prolongada dentro de una geografía determinada (basada también en ella). Entonces, si un Estado no es capaz de controlar un territorio que es de su pueblo, ese Estado no es muy capaz de ser él mismo.
Y eso se relaciona con la guerra. El monopolio de la guerra es del Estado y también lo es de los recursos que sustentan la guerra. Pero, ¿podemos decir que el Estado venezolano tiene ambos monopolios si ninguna de las fuerzas está realmente allí?
Los recursos públicos están desmantelados y el estado de las FFAA es más que cuestionable. Nuestras Fuerzas Armadas están oxidadas, osificadas y dominadas por el crimen y el ocio. En el contexto de una Operación Militar Especial en el Esequibo (OMEE), surgen tres desafíos principales: logística, poder real y diplomacia.
Estos tres desafíos son ramas de un problema principal: la crisis del Estado venezolano. No se puede construir hegemonía sin los medios y condiciones necesarios para hacerlo.
¿Cómo puede el Estado ejecutar tal operación? ¿Cómo puede retener el territorio después del éxito de la OMEE? ¿Qué estrategia diplomática se implementaría para disuadir las represalias de las potencias?
En un contraste muy amargo, vemos a los guyaneses haciendo lo que deberíamos haber estado haciendo desde el principio: controlar el territorio, por encima de todo y todos.
Huelga decir que esta guerra legal no tendrá un buen resultado para nos. Se está utilizando como propaganda (porque es popular entre los venezolanos), como ruido para desviar las mentes del problema mayor.
Nuestros maestros siempre nos enseñaron «El Esequibo es nuestro, pero…». En ese «pero», sin embargo, reside la verdadera lección que nunca se enseña: al final, nunca es una cuestión de legalidad. Es una cuestión de poder.